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La revolución del ‘IoT’ llega a nuestra boca

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¿Te imaginas poder instalar en tu boca una serie de sensores dentales inocuos y casi imperceptibles que pudieran analizar variables para prevenir enfermedades, controlar la diabetes o nuestra capacidad física? Hasta ahora, este proyecto nos hubiera parecido ciencia ficción, pero una investigadora granadina, Almudena Rivadeneyra, se ha propuesto llevar el Internet de las Cosas (IoT) al interior de nuestra boca.

Rivadeneyra, que trabaja en el departamento de Electrónica y Tecnología de Computadores de la Universidad de Granada como investigadora postdoctoral con la beca europea Marie Sklodowska- Curie (MSCA-IF), acaba de recibir otro espaldarazo a su trabajo: una de las 60 Becas Leonardo concedidas este año por la Fundación BBVA para proyectos ‘altamente innovadores’.

El objetivo es unir innovaciones tecnológicas y medicina para que las molestas visitas al dentista, que no son plato de buen gusto, sirvan para mucho más que llevarse un empaste dental, combatir el bruxismo o hacernos una limpieza: esta investigación busca que salgamos de la consulta con nuestros dientes ‘conectados’.

Y aunque pueda parecer complejo o incómodo, el proyecto se basa en la tecnología de fabricación que se conoce como ‘impresa’, que permite hacer dispositivos en prácticamente cualquier tipo de sustrato y de un espesor muy pequeño. Así, es posible usar materiales biocompatibles para introducir sensores en la boca, ya sea en un empaste dental o en una prótesis bucal, de forma imperceptible para quien la lleve.

Por tecnología impresa se entiende cualquier técnica tradicional -impresión por tinta, serigrafía, láser- cuando se aplica a la fabricación de dispositivos electrónicos. En este caso, los materiales, además de biocompatibles, buscan ser autosuficientes para captar y transmitir la información. Toda una revolución.

La idea es que, para evitar que los sensores lleven una electrónica muy compleja y tengan que ser de mayor tamaño, todo el procesado de las señales y la transmisión en sí del valor -glucosa, Ph o lactato, que son las tres variables que se van a desarrollar- se haga de forma inalámbrica. Los sensores serán minúsculos y sus propiedades electromagnéticas son las que varían en función de la presencia y concentración de estos elementos en la saliva. Todo ello, será transmitido a un lector que el usuario portará fuera de la boca, en la patilla de unas gafas o en un colgante, por ejemplo.

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¿Qué controlaría esa monitorización?

Seguro que te estás planteando, pero ¿qué pueden controlar esos pequeños implantes impresos a partir de esas tres variables? Pues en el caso de la glucosa, la diabetes por ejemplo, mientras que el Ph y el lactato tienen más que ver con la actividad física. Pero también podría servir para poder establecer una relación con diversas enfermedades.

La investigadora busca con los resultados de este proyecto establecer en el futuro más próximo una coordinación con equipos médicos con el fin de relacionar esas variables con alarmas del organismo. La ventaja es que nuestra boca, además de ser un lugar estratégico entre el interior y el exterior de nuestro cuerpo, está acostumbrada a los implantes bucales o los empastes, que se utilizarían para monitorizar de forma continua. Las férulas que se usan para dormir y que se quitan por la mañana, también permitirían controlar estas variables sin necesidad de intervenciones.

¿Y en el futuro?

Para captar las variaciones electromagnéticas se necesita que el lector esté próximo a los sensores. El módulo se podría comunicar muy fácilmente con un smartphone, mediante bluetooth por ejemplo, para ver los resultados en pantalla. También podría plantearse la posibilidad de desarrollar una app que registrase los datos biométricos y ofreciera indicaciones al usuario.

Pero la investigadora no se cierra al estudio de otros parámetros que permitan aplicarse a la nutrición, con el fin de que se puedan detectar trazas de alérgenos en la comida, o contaminación por microplásticos en la bebida. Todo pasaría por encontrar los materiales apropiados que nos den esa respuesta.

En el caso de los microplásticos, que son concentraciones muy pequeñas, así que la sensibilidad del material tiene que ser capaz de captar esos rangos. Luego, en cuanto a las alergias, aunque no se está investigando mucho en esa línea, Rivadeneyra cree que se podrían sacar marcadores del gluten o la lactosa por ejemplo.

Como puedes ver las aplicaciones que se podrían generar son muchísimas y quien sabe si estamos ante una nueva pequeña revolución. Investigación, ciencia médica y tecnología nunca deberían darse la espalda y, sobre todo, deberían aprovechar las posibilidades que ofrece el ‘Internet de las Cosas’. Espero que este artículo haya despertado tu curiosidad y antes de acabar te lanzo una pregunta, ¿te presentarías voluntario para probar esta nueva tecnología?

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